En esta nueva versión del Bazar, desde Confiar queremos invitar a las personas a detenerse y a contemplar. No hay buena música si no hay oídos para escucharla, qué sería de la buena comida sin poder degustarla, qué amistades si no hay espacio para nutrirlas, no hay salud sin recursos ni tiempo para atendernos. Y, sin embargo, el sistema económico actual nos impone un ritmo frenético, sin pausa, para sostener la producción de bienes innecesarios, aun cuando nuestras vidas y el planeta están en riesgo.
Por eso, en el ritual de rituales, la gran celebración que es el Bazar de la Confianza queremos proponerte ensayar a qué suena y cómo suena que «otro mundo posible» sea este, en el que hacemos y somos, pero vivido y experimentado de otra manera. ¿Cómo? Por ejemplo, deteniéndose, abriendo los ojos y los oídos –y dejando de teclear con tanto apremio en las pantallas– para disponerse, en cuerpo y alma, a estar en «este mundo» con toda la atención y el tiempo de quien se sabe y se da cuenta que está vivo.
Detenerse no es lo mismo que quedarse quieto. Estar quieto implica una parálisis, una espera pasiva, una ausencia de acción o dirección. En cambio, según Byung-Chul Han, detenerse significa abandonar la vida hiperactiva para evitar la autoexplotación, la desestabilización y, en los casos extremos, la pérdida del sentido de la vida: una suerte de estar «muertos en vida».
Quizás, pues, los rituales sean esa manera no tanto de dar tiempo a la vida, sino más bien de darle vida al tiempo, hacerlo habitable. Y a eso queremos invitar este año en el Bazar: a elaborar y entretejernos en esa relación confianza y tiempo, un tiempo demorado, un tiempo lento, los ritmos del bienvivir en donde sea posible descubrir y sentir eso que dice el zorro al Principito: «sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».
Para dar comienzo al pensamiento colectivo de «Tiempo para detenerse», podríamos partir de reconocer que aquello en que confiamos, esas maneras y esas formas que nos dan paz, tranquilidad y una suerte de firmeza en medio de tanto equilibrio precario, requieren de una cierta maduración: la sazón propia de aquello en que uno confía precisa un tiempo como de “a fuego lento». Y, al mismo tiempo, aquello a lo que nos confiamos, nos entregamos, nos abandonamos, invita a demorarnos, a durar, a morar en ello, ¡es tan distinto a consumir el tiempo llenándolo de infinidad de ruido o acelerándolo cuanto más se pueda!
A todos los participantes del Bazar, visitantes, expositores, viejos y nuevos amigos de Confiar, el llamado es a que se detengan y se tomen en serio –eso sí: seriamente festejando– el pasar del paso del tiempo para cada cual, que piensen y sientan un poco cómo pasa y les pasa el tiempo en lo que hacen día a día, incluso en la de elaboración de lo que sea que hagan: alimentos, tejidos, ideas, obras, lazos, vínculos, labores de todo tipo. Ojalá para cada uno llegue el momento de ese reconocimiento hermoso, difícil sencillez, del valor de hacer las cosas atendiendo más al por qué (de la razón de ser y esencia) que al para qué (de la finalidad), y reluzca un hacer como de artesanos en el que pueda cada uno decirse algo tan bello como lo que enseña el zorro al Principito: «El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante».