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Por Martha Lucía Restrepo Brand

El Bazar de la Confianza es un punto de encuentro con las gentes que aún nos miramos, nos abrazamos, conversamos y decidimos, así sea una vez por año, detener el calendario y darnos la cita que tanto esperamos, a la que acudimos para tener un día sin reloj pero con tiempo. Tiempo para asombrarnos por la vida misma, tiempo para detenernos sin los afanes de los demás días. Tiempo para reconocer el encanto de la naturaleza escondida en esa maravilla de cada árbol hecho un bosque, flores, agua, viento, vida animal y paisaje colorido.

Tiempo para Confiar en el camino, Confiar en la creación dispuesta por tantas organizaciones y personas y Confiar en el asombro infantil y de hombres y mujeres que en el trajín cotidiano por un día
detienen sus vidas para gozarse esta fantasía colectiva de fiesta y alegría.

¿Sabe que es lo mejor, tía? me expresó, después de darme un fuerte abrazo, mi sobrina nieta Anahí, ¡los gaticos!, hay gatos pequeñitos, ¿vamos a verlos?. Es que todos los niños son paganos y más los que vienen del campo a seguir escudriñando en la ciudad el trozo de naturaleza que saben observar. Con esta mujer hermosa por su inocencia, asombro, mirada aguda y expresividad, vivencié una tarde dejándome llevar por lo que los espacios y Anahí proponían.

Nuestro primer disfrute, antes de ir a ver los gaticos, fue con la Iguana que de pronto irrumpió cerca de nosotras. Los adultos expresamos nuestra alerta: No se arrimen demasiado, de pronto les lanza algo o les muerde. Pero la confianza la expresan los niños que querían estar cerca ya que este reptil se regalaba en su presencia majestuosa en la zona de alimentos en Carboneros. La alimentación humana estaba bien dispuesta, y como comensal invitada, nuestra iguana vino a degustar sus vegetales para acompañar a los niños y niñas mientras se saboreaban una deliciosa sandía que quisieron compartir con su visitante. La tranquilidad, la amabilidad, la entrega en el ofrecer y servir cada uno de los platos, dulces o cafés que se dispuso para los invitados humanizaba este encuentro.

Con Anahí decidimos caminar y recorrer el lugar, nuestro destino era la carpa donde estaban las señoras de gimnasia de Fundación Confiar, durante el trayecto mi pequeña soportó uno y otro encuentro con amigos, asociados, conocidos a la vez que me presenté como tía abuela de esta preciosa dama que sin timidez se entregaba a los saludos y a expresar su nombre, también con la paciencia de la espera. Una vez llegamos a la carpa del grupo de gimnasia, entre otros atractivos, se sugería una pesca de valores, dispusieron en el piso un tendido azul que representaba el agua, allí delicadamente colocaron peces y prepararon una vara de pesca con su anzuelo; el mismo que de manera divertía a los chicos y chicas acompañados de sus acudientes y procedían a la acción sugerida. La pesca es el ejercicio de la paciencia, allí cada pescador asumió el oficio y el asombro expresado en un grito era señal de algo logrado. En simultánea, en el interior de la carpa, al son de una guitarra, las mujeres interpretaban canciones. Una de las dichas es cantar, y si se canta en colectivo y en una fiesta mucho mejor, así liberamos todo lo que se tiene dentro represado, era lo que se leía en la alegría y fuerza de estas mujeres que por tantos años han estado entre y con Confiar realizando ejercicio para el cuerpo y música para el alma. Al pronunciar este lema, evoco a John Jaime Sosa, amante y promotor de cultura en ciudad y que tanto acompañó este grupo de mujeres.

Luego del disfrute de la pesca, caminamos unos pasos y era otro escenario, el de disfrutar de la danza circular ancestral representada por un grupo de unas 12 mujeres, para este acto nos sentamos un rato. Cuál de los personajes te gusta más y me dice, aquella que tiene en la cabeza una máscara de caballo. Y de verdad que mi acompañante es una gran observadora en medio de tanta oferta, se detiene y con carácter expresa lo que más le gusta.

Abandonamos este espacio y en el mirador que da al lago, un grupo de muchachos y muchachas de los enclaves juveniles de Itagui realizaban una escena de teatro. A esta altura del día, el Bazar estaba en su hora pico de afluencia de público, de disposición de alimentos y banquetes literarios en expresiones artísticas. Mi pequeña gigante tenía la capacidad de concentración para sentarse y disfrutar de cada acto. Esto es la belleza a flor de piel, lago, árboles, animales camuflados o a la vista del público, gente que va y viene, se saludan, conversan y los artistas dispuestos para el público que se detiene.

El tránsito continúo para el Salón Restrepo allí estaríamos para jugar o pintar con los elementos dispuestos por la Fundación Confiar. En medio del camino Anahí expresa que quería llevarse una planta para la casa, es que veíamos disposición de platas pequeñas y de vivero por varias partes; Luego la conseguimos le dije. Al llegar al recinto, primero se juega con el rompecabezas, pero Anahi dice, prefiero pintar, es cuando con hoja en mano y marcadores se dispone a un acto de alta concentración a registrar un rostro humano bien definido de mujer o niña y luego en otra hoja un arco iris. Hay dispuesto sobres de carta en un mueble, selecciona uno y dice me gusta el morado; allí introdujo sus pinturas, tres botones de los 20 años de la Fundación Confiar y la tarjeta editada para tal celebración, una vez esta lista la creación en el sobre que luego selló con delicadeza, la música de la comparsa Luna Sol invade el recinto y la fiesta y la alegría tiene un todo de celebración, de gozo, de regocijo con la vida. Es cuando la euforia invita al canto y al baile colectivo, mi amiga y yo nos dejamos seducir.

Llegada la noche, la fiesta llega a su fin, Anahi quiere despedirse de los gaticos. Vamos a verlos tía, consiento en acompañarla, nos dirigimos a la parte norte del lago, mientras caminamos ahora en compañía de Isaac su hermano, comenta Anahi, es que mi hermano es especial en buscar gatos en la oscuridad. Tengo que confesarlo, yo camino con ellos recelosa de que no nos pasara nada,
pero este par de enanos gigantes caminan para esta aventura de su último encuentro por este día con la naturaleza con toda la firmeza cual si conocieran los rincones del lugar. Fue la Cooperativa quien les posibilitó habitar este domingo este bello Jardín lleno de sorpresas, experiencias y donde expandieron la confianza en sí mismos, fue para mi una señal que se puede seguir confiando en el camino. Al despedirnos me muestra la planta que su abuela Josefa le regaló para llevar este recuerdo a su casa y seguir cultivando este día inolvidable para ella y para mí.

18a Bazar de la confianza, Julio 2 de 2017