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Hace miles de años los seres humanos destinaron, ahí donde vivían, un tiempo y un espacio para todos en el cual se pudieran encontrar e intercambiar aquellas cosas (alimentos, telas, ropas, artículos diversos) que se necesitaban para la vida diaria. 

Y como vieron que era de mucho provecho, que era para el bien común, lo conservaron hasta que “cuajó”, como si dijéramos que “se hizo costumbre”, entonces “lo fijaron”, fueron dándole cada vez más forma y un contorno, y le dieron un nombre: “Bazar”. 

Así, durante años, décadas, siglos, ¡milenios!, se consolidó como algo universal que se encuentra y se vive y se practica en varios países, bajo expresiones muy diversas.

Un bazar es, pues, una «institución milenaria»: un invento, una creación humana que resguarda y conserva un bien común, como poder hacerse con las cosas básicas, y que todavía hoy se conserva como forma y vocación aunque haya tenido transformaciones y variaciones en el correr del tiempo.

Los bazares nacieron en Oriente Medio y el norte de África siendo un mercado público, un lugar abierto, lleno de coloridas tiendas, destinado al intercambio, donde productos muy variados podían conseguirse bien fuera mediante canjes o a precios fijos, haciendo posible que la venta y la compra se dieran en los términos justos. A medida que el globo terrestre fue llenándose de caminos por mar y tierra y el ir y venir de todo tipo de cosas se expandió, estos espacios públicos crecieron y fueron afianzándose en la vida cotidiana de las distintas culturas donde florecieron, ya para ese entonces, con una importancia de espacio social. Los bazares fueron haciéndose más y más densos, como pequeñas ciudades, entramados complejos donde ya no solo ocurrían intercambios de productos, sino también de ideas y de información; se convirtieron en micromundos donde se tejían alianzas, favores y hasta matrimonios e intrigas políticas.

A lo largo de su historia milenaria, los bazares se han adaptado a los cambios y, lejos de perder su fuerza, han conservado su importancia como corazón económico y social de muchas ciudades. Un bazar no es una rueda de negocios o una feria artesanal o simplemente un festival; esta tradición comercial implica y obliga a no ir con prisas, a mezclarse en el ambiente del lugar, a charlar con los que allí confluyen y permitirse abrir pequeñas ventanas a todos los mundos que hay en el mundo

Actualmente, en nuestro país, el bazar ha cobrado más la forma de una práctica que de un espacio propiamente, y según la Real Academia de la Lengua, incluye la realización de juegos o venta de objetos diversos que tienen lugar como parte de alguna festividad; además se organiza generalmente con fines benéficos

En esta página, a través de sus contenidos, encontrarás y comprenderás cómo nuestro Bazar de la Confianza ha tomado algunas elementos de esa tradición comercial milenaria, cómo fue que nació bajo el cobijo de lo que en nuestro país y otros países de Latinoamérica se ha entendido por “bazar”, y cómo le hemos ido dando un giro y un sello muy propio al ritual de rituales de Confiar.

El año de 1999 trajo consigo una crisis financiera en el país que significó un golpe duro para la economía en general, y para las cooperativas con más fuerza. Ese año, en la Dirección General de Confiar, que para ese entonces tenía 27 años de haber iniciado el camino de la solidaridad, del lazo fraterno que da la unión y de la experimentación de todo lo que puede lograr la acción colectiva organizada, el ambiente era extraño: “una mezcla de entusiasmo, incertidumbre, convicción, entereza”, describe Adiela Trejos (en este artículo que va sobre la historia del bazar).

Cada año la cooperativa tenía por costumbre celebrar la Fiesta de la Gran Familia como una integración de toda la base social de Confiar, mas los tiempos turbulentos que corrían en ese entonces cubrieron con un manto de duda sobre si lo que debía hacerse era festejar cuando una especie de agonía, de crisis existencial del proyecto, rondaba en el ambiente.

¿Por qué dejarnos morir o creernos muertos sin estarlo? Fue la pregunta que comenzó a orientar las fuerzas hacia lo que sería, con el tiempo, la intención primordial del Bazar de la Confianza: reconocer aquello que nos ha dado tanta vida y nos ha proporcionado tanta fuerza para superar otras épocas difíciles; convocar la reciprocidad, la solidaridad y el esfuerzo mutuo para poder ver eso que es invisible a los ojos, el gran tejido social que va siendo la cooperativa con todas las organizaciones sociales, los grupos culturales, los artistas, las corporaciones, y todos los soñadores que hacen parte del inventario de pequeñas grandes gestas, de “el inventico de Confiar”.

Fue así como aquel domingo 26 de septiembre del año 1999, alrededor de cinco mil personas se reunieron en la gran fiesta de la confianza, de las certezas y del sentirnos vivos. Una fiesta con los sabores de la solidaridad y un testimonio inconfundible del sentido que tiene estar juntos y persistir en la confianza.

Recuperando la tradición de los bazares de barrio, esa práctica en la que unos donan cosas que otros compran a precios módicos, y que generalmente está asociada a la recolección de fondos para una causa social, el Bazar de la Confianza nació como una respuesta colectiva y festiva para afrontar los embates de la crisis de ese tiempo, y lo hizo bajo la consigna: porque lo que somos y hacemos siempre será una fiesta

Desde aquel entonces han pasado veintiséis años y toda vez que se sucede el ritual de rituales de Confiar constatamos que el Bazar de la Confianza titila cada año con una luminiscencia como de luciérnaga, alumbrando bajito los caminos y relumbrante en los tallos de la hierba, recordándonos siempre que juntos es mejor y rinde más.

En nuestro Bazar, la confianza se festeja y se reaviva siempre de nuevo, una y otra vez, como un ritual de celebración y de encuentro. El Bazar de la Confianza es un poro que se abre en el tiempo y en el espacio para el goce, la alegría y el disfrute de todas aquellas personas que se sientan convocadas, que se le midan a confiar.

Es un día en el que todo lo que se ve y se vive en él son evidencias para quienes saben que sí es posible un sistema económico alternativo y más justo, en el cual las personas están en el centro. Siendo la máxima expresión de abundancia justa de la cooperativa Confiar en esa vivencia de una fiesta con sentido, el bazar promueve el cooperativismo y las prácticas de la economía social y solidaria como bastiones del bienvivir e invita a todos los asistentes a ser testigos de la grandeza de las pequeñas cosas, como por ejemplo el simple hecho de sabernos juntos, rodeados de las gestas de gente sencilla y de esa capacidad de organización de las comunidades cuando se unen.

Además, el Bazar de la Confianza es, para los asociados y ahorradores de Confiar, una de las muchas formas de vivir la transferencia solidaria, es decir, el goce de los excedentes y beneficios que nos da el ser parte de este inventico de hermandad y economía que sigue vivo y cuyo corazón late al unísono del de todos aquellos que creemos y nos esforzamos por hacerlo posible.

Nuestro Bazar es un evento de carácter público, participativo y de construcción colectiva; no es un evento estatal y, aunque abierto para todos, tiene esa única condición: hacernos saber que te le mides a confiar y buscarnos para poder ingresar al encuentro. Es un encuentro que se teje con las organizaciones, entidades y personas que hacen parte del movimiento de la economía solidaria y que comparten los valores de nuestro Pensamiento Solidario, concretando la posibilidad real de darnos cuenta de todas las cosas buenas que podemos hacer si nos juntamos. Ejemplo de ello es la oferta diversa de experiencias que se despliegan cada año: 

  • proyectos culturales, sociales, políticos, ambientales, juveniles y productivos que ofrecen a los asistentes conversaciones y reflexiones en torno a preocupaciones e ideales comunes; 
  • exposiciones artísticas que hacen un llamado a la no resignación; 
  • actividades para el intercambio de saberes, sentires y conceptos que permiten la sinergia entre las diferentes maneras de pensar el mundo; 
  • talleres que enseñan los conocimientos prácticos sobre cómo podemos proteger los recursos naturales y de cómo sí es posible un desarrollo económico sostenible y sustentable; 
  • la consolidación de relaciones económicas que se traduce en círculos solidarios entre los distintos sectores productivos;
  • la venta e intercambio de bienes y servicios de los diferentes territorios del país en donde se apuesta por un consumo responsable;
  • una programación artística y cultural que permite la expresión de las diversas formas del pensamiento, las ideas y búsquedas del ser humano, un día de felicidad que no termina.

El Bazar de la Confianza es un evento de ciudad que se distingue por ser “un ejercicio ético y estético, contrario a los escenarios ilusorios y oscuros del capital que persigue, básicamente, la finalidad del lucro” (Confiar, una conquista solidaria), un sistema económico que nos ha llevado a una acelerada y creciente crisis mundial, cuya mayor consecuencia es la alarmante desigualdad social. Así pues, el Bazar es uno de los encuentros más destacados que se realiza en materia de cooperativismo en nuestro país, en el cual se logra, nadando contracorriente, poner la vida en el centro.

En Confiar no hablamos con simples eslóganes publicitarios ni con mensajes meramente atractivos, antes bien, nuestro esfuerzo día a día es construir un mundo más humano y en armonía con la naturaleza, tal cual reza la esencia del cooperativismo. Por eso, cada acto, acción y participación en este evento está pensada y desarrollada para que la solidaridad y la confianza se experimenten en su máxima expresión pues de ellas emergen la cooperación, la abundancia justa y, en consecuencia, el bienvivir: solo podemos cooperar si confiamos en los demás.

El Bazar es una construcción colectiva en la que participan diversas organizaciones y personas que comparten nuestros valores y formas asociativas. Todas ellas se identifican con prácticas autogestionarias, solidarias, democráticas y humanistas, promoviendo la equidad de género, el respeto por la diversidad, el medio ambiente, el diálogo de saberes, el trabajo digno y los derechos fundamentales. Hacemos un énfasis especial en que el intercambio no se da exclusivamente a través de la venta, pues el trueque y cambalache de saberes y de culturas es lo que predomina en el Bazar. Además, la diversidad de cosas que puedes conseguir ese día provienen de una producción propia, artesanal, en la cual se ponen en juego la imaginación, la creatividad, el tiempo lento y la creación singular, muy distinto a la producción en serie e industrial.

Este ritual se realiza anualmente en Medellín y cada dos años en Duitama, Boyacá. En Medellín asisten aproximadamente veinte mil personas, mientras que en Duitama la cifra alcanza las catorce mil. Además, participan como expositores provenientes tanto del campo como de la ciudad, unas doscientas setenta propuestas en Medellín y ciento sesenta en Duitama, las cuales se alinean temáticamente y de corazón a los sentidos que sostienen e impulsan cada uno de los espacios del Bazar.

Es así como, con cada nueva versión, queremos que sean más los seres humanos que recuperen, celebren y se le midan a confiar, ese hecho básico de la vida social que nos libra de los temores y nos permite transitar por un mundo cuya complejidad puede asustarnos –devorarnos incluso-, según el sociólogo alemán Niklas Luhmann.

El Bazar guarda y resguarda un mensaje antes, durante y después del evento, y éste es inmutable: la confianza es el motor de nuestra cooperativa y la clave para imaginar y construir otros mundos posibles. Celebramos para fortalecer el vínculo que nos une y que, a su vez, nos da fortaleza. Tal vez por eso, como buen ritual que es, este evento ha crecido y se ha consolidado porque ha sido fiel a su mensaje, a su manera de suceder y a su propósito.

Cada año, para dar más consistencia a qué es eso de “la confianza” y como consecuencia de las exploraciones que sostenemos en la cooperativa cultivando una imaginación curiosa, un pensamiento crítico y una sensibilidad e inteligencias en constante ejercicio, buscamos que el encuentro en el Bazar trabaje algún concepto específico que guíe su desarrollo y que se articule a la línea estratégica que Confiar decide resaltar en determinado periodo. Este concepto o idea se propone incluso a los expositores y participantes del Bazar para que sea una auténtica fiesta del pensamiento colectivo, una expresión diversa que logre enriquecerlo con los sentidos que todos van aportando desde lo que piensan, hacen y sienten.

En esta nueva versión del Bazar, desde Confiar queremos invitar a las personas a detenerse y a contemplar. No hay buena música si no hay oídos para escucharla, qué sería de la buena comida sin poder degustarla, qué amistades si no hay espacio para nutrirlas, no hay salud sin recursos ni tiempo para atendernos. Y, sin embargo, el sistema económico actual nos impone un ritmo frenético, sin pausa, para sostener la producción de bienes innecesarios, aun cuando nuestras vidas y el planeta están en riesgo.

Por eso, en el ritual de rituales, la gran celebración que es el Bazar de la Confianza queremos proponerte ensayar a qué suena y cómo suena que «otro mundo posible» sea este, en el que hacemos y somos, pero vivido y experimentado de otra manera. ¿Cómo? Por ejemplo, deteniéndose, abriendo los ojos y los oídos –y dejando de teclear con tanto apremio en las pantallas– para disponerse, en cuerpo y alma, a estar en «este mundo» con toda la atención y el tiempo de quien se sabe y se da cuenta que está vivo.

Detenerse no es lo mismo que quedarse quieto. Estar quieto implica una parálisis, una espera pasiva, una ausencia de acción o dirección. En cambio, según Byung-Chul Han, detenerse significa abandonar la vida hiperactiva para evitar la autoexplotación, la desestabilización y, en los casos extremos, la pérdida del sentido de la vida: una suerte de estar «muertos en vida». 

Quizás, pues, los rituales sean esa manera no tanto de dar tiempo a la vida, sino más bien de darle vida al tiempo, hacerlo habitable. Y a eso queremos invitar este año en el Bazar: a elaborar y entretejernos en esa relación confianza y tiempo, un tiempo demorado, un tiempo lento, los ritmos del bienvivir en donde sea posible descubrir y sentir eso que dice el zorro al Principito: «sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos». 

Para dar comienzo al pensamiento colectivo de «Tiempo para detenerse», podríamos partir de reconocer que aquello en que confiamos, esas maneras y esas formas que nos dan paz, tranquilidad y una suerte de firmeza en medio de tanto equilibrio precario, requieren de una cierta maduración: la sazón propia de aquello en que uno confía precisa un tiempo como de “a fuego lento». Y, al mismo tiempo, aquello a lo que nos confiamos, nos entregamos, nos abandonamos, invita a demorarnos, a durar, a morar en ello, ¡es tan distinto a consumir el tiempo llenándolo de infinidad de ruido o acelerándolo cuanto más se pueda!

A todos los participantes del Bazar, visitantes, expositores, viejos y nuevos amigos de Confiar, el llamado es a que se detengan y se tomen en serio eso sí: seriamente festejando el pasar del paso del tiempo para cada cual, que piensen y sientan un poco cómo pasa y les pasa el tiempo en lo que hacen día a día, incluso en la de elaboración de lo que sea que hagan: alimentos, tejidos, ideas, obras, lazos, vínculos, labores de todo tipo. Ojalá para cada uno llegue el momento de ese reconocimiento hermoso, difícil sencillez, del valor de hacer las cosas atendiendo más al por qué (de la razón de ser y esencia) que al para qué (de la finalidad), y reluzca un hacer como de artesanos en el que pueda cada uno decirse algo tan bello como lo que enseña el zorro al Principito: «El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante».

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