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La magnitud de un evento de ciudad como el Bazar de la Confianza no se mide solo por la multitud que lo recorre y lo vive. Su verdadero alcance germina mucho antes, en un trabajo silencioso y paciente que se teje desde adentro, incluso antes de que se abra la convocatoria para expositores.

Veinticuatro años han dejado algo más que memorias: han forjado aprendizajes, han superado retos, han tejido alianzas y entretejido conocimiento que alimenta redes y mantiene viva la filosofía cooperativista. El Bazar no es solo una vitrina: es una alternativa que busca coherencia entre el hacer y el decir, entre la experiencia interna y la imagen que se proyecta hacia afuera. Aquí, cada emprendimiento, asociación, cooperativa, unidad productiva y colectivo artístico o de activismo se une bajo una misma mirada: la de una conciencia social, económica y ambiental.

Formación antes que ventas

Este año, se procuró sembrar algo más profundo: capacitaciones y reflexiones para repensar el quehacer solidario y los desafíos de las unidades productivas y los diversos colectivos.

Estos espacios formativos acercaron a herramientas clave:

  • Conciencia cooperativacomo alternativa económica capaz de transformar las lógicas hegemónicas del mercado.
  • Comunicación digital para aprovechar redes sociales y disputar espacio en el mundo online.
  • Gestión de costos y gastos, un recurso esencial para la sostenibilidad de cualquier proyecto.

La economía solidaria también es saber compartido

La economía solidaria no se limita al intercambio de productos o servicios: también vive en el intercambio de conocimientos y el apoyo recíproco.

Un ejemplo claro lo dan Marta Restrepo y Valentina Arteaga, de la Corporación Pluriversales. Desde allí nació la Imprenta Republicana, un proyecto de comunicación política y popular que rescata la estética del cartelismo libre, los refranes y las expresiones de la calle. Su propuesta evoca la litografía y la publicidad de antaño y se ofrece sin cobrar por su reproducción.

Llevan tres años participando en el Bazar con una apuesta firme de difusión del pensamiento crítico y la conciencia social. En 2025, su aporte fue más allá de un stand o un taller: acompañaron el proceso de formación, compartiendo saberes sobre redes sociales digitales y el uso de inteligencia artificial en iniciativas productivas populares. Así, se dibuja un circuito: participar, apoyar, retribuir y trabajar de manera mancomunada.

Muchas de las personas participantes fueron mujeres mayores, quienes aprendieron a usar herramientas como Canva para personalizar las plantillas de promoción que se les brinda desde el Bazar. También vencieron resistencias tecnológicas: saber escribir prompts (instrucciones que se dan a una inteligencia artificial) para resaltar y optimizar los atributos de un producto o servicio.

Cerrar la brecha digital

Esta experiencia de aprendizaje revela retos. La falta de conocimiento tecnológico, múltiples funciones diarias y recursos limitados para capacitarse o pautar son obstáculos comunes. Estas formaciones son un primer paso para menguar la brecha digital y que el acceso a herramientas digitales no dependa de personas allegadas o conocidas que les ayudan y no les enseñan, para integrarse a un ecosistema más amplio de trabajo en red. Y también va más allá: es la oportunidad para que las economías populares se integren y aprovechen las lógicas del mercado, dando mayor alcance y posicionamiento a sus productos o servicios.

Construir circuitos solidarios

Daniela Cardona, directora de la Escuela Confiar, coordina otro de los núcleos de estas capacitaciones: sensibilizar en clave de circuito solidario.

El objetivo: fomentar el deseo de convertirse en proveedores mutuos, comprar insumos de manera colectiva, compartir clientes y hasta medios de producción. No es sencillo, pero cada logro suma.

Quedan retos y expectativas, pero también certezas: el bienvivir compartido requiere coherencia y compromiso. Porque, como se repite en Confiar: Juntos es mejor y rinde más.

Este año, la invitación del Bazar a detenerse fue también una invitación a pensar colectivamente: replantear cómo hacemos las cosas y sembrar cambios desde adentro, para que entre los asistentes al Bazar tenga más eco el cuestionamiento del modelo económico que nos quiere trabajando sin parar, para producir cosas que no necesitamos, mientras la vida se va sin hacer lo que anhelamos.

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