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Al ritmo de géneros musicales originarios del Pacífico chocoano, el Urabá antioqueño o el hip-hop estadounidense, un grupo de jóvenes afrodescendientes de las comunas de Medellín, decidió apostarle a las expresiones artísticas para no caer en manos de los violentos. Ahora, con todo un derroche de talento y los “pasos prohibidos” se darán cita en el espacio de Confiar en la Juventud, en el Bazar de la confianza, este próximo 17 de julio en el Jardín Botánico de Medellín. 

Los chicos, cuyas edades oscilan entre los 12 y 32 años de edad, hacen parte de la Corporación Afrocolombiana de Expresiones – COAFRO-, una organización de la comuna 13 dedicada, desde 2006, a apoyar procesos étnicos, culturales, socio-económicos, de derechos humanos en la comunidad afrodescendiente y vulnerable por desplazamiento y víctima del conflicto. 

Uno de ellos es Juan Esteban Murillo Arias, más conocido entre los pelados como ‘Juancho’. Con tono tranquilo, voz pausada y palabras precisas cuenta que a los 17 años perteneció a una a lo que él llama una ‘bacrim pequeña’ (bandas criminales) la misma que lo dejó marcado para toda la vida. Y no solo por su amarga experiencia sino por una cicatriz que va de la ceja a la oreja, a la altura de la sien, del lado derecho y de la cual no quiere hablar más na’. 

Más pudo su idea de liderar procesos juveniles y ganarle una batalla al reclutamiento de grupos ilegales, todo por cuenta del baile y la música afro. Con el entusiasmo de ser personero de su colegio, en la Institución Educativa Camilo Mora Carrasquilla de Robledo Fuente Clara, en el noroccidente de Medellín; emprendió en 2015 una maratónica tarea: recuperar a más jóvenes como él. Ahí nació Urbanafro, una familia ahora con 45 integrantes y que sigue creciendo.  

“El objetivo principal de Urbanafro es de resocialización. La resocialización de los jóvenes y llenar esos momentos de ocio para que no vuelvan a caer en los grupos ilegales. Incluso algunos muchachos han tenido aquí como experiencias y paso por esas bacrim. Yo soy uno de los abanderados del grupo y también queremos fortalecer la identidad cultural de todo el grupo de personas que nos reunimos”, nos relata antes de iniciar un ensayo en Vallejuelos. 

Ahora, con 23 años, ‘Juancho’, combina sus estudios de Licenciatura en Educación Física, como becado de la Universidad San Buenaventura en las mañanas y en la tarde se dedica a enseñar coreografías con ritmos como el Raggamuffin, el ritmo exótico o la danza afro, subgéneros del dancehall, el reggae y el hip-hop, los mismos que verán los asistentes en el Bazar de la confianza y seguro quedarán boquiabiertos. 

Con un parlante desgastado, conectado con metros de cable a un enchufe de una casa vecina, vestidos de negro, pero sin uniforme, estos jóvenes se reúnen cuatro días a la semana: lunes, miércoles, viernes y domingo, durante dos horas continuas. Lo hacen en la plazoleta externa al inferior de la estación Vallejuelos del metrocable, en la comuna 7. Calientan, se estiran, danzan, repiten una y otra vez los pasos que retumban en la calle, ante la mirada atenta de niños, pasajeros del sistema o vecinos de la zona, en medio de un ‘cañón’ de humildes casas de ladrillo, madera, plástico y zinc. 

“Tenemos procesos juveniles. Tenemos una muestra artística. A veces no tenemos apoyo, por ejemplo, para ir a una presentación no tenemos para el almuerzo, o el vestuario. Pero por medio de COAFRO se ha logrado trascender”, manifiesta Juancho.  

María Ángel, María Camila, Janis, Leymary, Isabella, Ángelica, Simond, Dayana y ‘Juancho’, todos ellos bailarines de Urbanafro, dicen tener los pasos listos, para animar con mucho flow a un público de confianza: los invitados al Bazar de la confianza.

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