Tal vez una de las mayores pruebas de confianza es sentarse a la mesa y creer que lo que te servirán será bueno para ti y todavía más difícil: que te hará feliz. Sí, porque comer no es solo masticar y engullir, no, para nada. Comer va más allá de ese mero hecho fisiológico, comer transforma, alegra, repara y restaura. ¿No les ha pasado que llegan a comer “transidos” de hambre, como dice la abuela, malhumorados, con dolor en la panza, calor, sin el menor rastro de paciencia y cuando llega la comida y te metes la primera cucharada el mundo a tu alrededor se vuelve hermoso, casi que escuchas a los ángeles tocar sus liras? ¿Ah, pero qué sucede cuando es al contrario? Esperas que llegue tu plato y cuando lo pruebas no te gusta para nada, está desabrido, le falta sustancia, no tiene color, las verduras están duras o el caldo parece solo agua salada, en ese momento la furia te llena y una decepción tan profunda, parecida al engaño del ser amado, sientes que llena tu corazón. Así es mis amigos, la comida y la confianza van por la vida de la mano, están tan unidas como la abeja a la miel o el aroma a la flor.
Comida es mamá y mamá es la plena confianza en que todo estará bien. A lo mejor por eso siempre añoramos la sazón de la madre, no solo porque es el ser que más amamos en la vida, sino porque ella nunca nos daría algo que nos haga infelices, sobre todo en la mesa, donde las madres ponen todo su esmero para que nos sintamos cómodos, para que nuestro ser este pleno, que no necesitemos nada más allá de ese bocado de comida que llena el cuerpo y alienta el alma. La comida es confianza y es confianza comestible ¡qué mejor ejemplo de bondad! Comernos la confianza, sentarnos a la mesa y compartir alimentos de confianza, viandas que nos nutrirán y que, por supuesto, nos harán alegres durante ese momento y los que seguirán, porque el recuerdo de una buena cena por lo regular está unido a una buena compañía.
Los buenos recuerdos son los mejores ahorros sentimentales. Quedan en esa caja fuerte llamada memoria, cada que la abrimos vuelven esas imágenes, esos momentos vividos al lado de seres amados, por lo regular esas memorias llegan adobadas con recuerdos de sabores, aromas y colores. ¿Recuerdas la navidad donde mi mamá? no puedo olvidar las hojuelas con natilla que nos preparó. ¿Sabes dónde quiero regresar? Así es, a esa cafetería donde nos conocimos y donde elaboraban ese postre de fresas que tanto me gustaba. Sin duda amigos, los buenos recuerdos llegan atados a sabores que nos hicieron felices.
El 16 de julio de este año nos reuniremos de nuevo en el Jardín Botánico de Medellín y alrededor de muchas actividades viviremos de nuevo el Bazar de la Confianza. Allí podremos disfrutar de una amplia zona de comidas, Los Sabores de Confianza, donde podremos degustar desde ricos tamales o fiambres, empanadas, pasteles, costillas horneadas, arroces del pacífico, asados, hasta postres y bebidas como guarapos, cafés y cervezas artesanales. Espero que nos veamos de nuevo en el Bazar y que junto a un delicioso plato de comida recordemos los mejores momentos de nuestras vidas, espacios que nos hacen sentir como en casa, el lugar donde sentimos la plena confianza.