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En medio de lo que se siente y dicen sobre Faldellín con sus dolores comunales, en medio de lo que en algunos sectores políticos y sociales llaman ‘un desierto de tranquilidad y una ausencia de armonía’ por los miedos y temores propios del ruido de la ciudad crecida con el devenir de un río, en medio de todo eso, decía, fuimos a vivir el bazar de la confianza, un momento de encuentro y regocijo que vive y disfruta una gran cantidad de gentes bonitas provenientes de muchas partes del país y que orgullosamente promueve Confiar Cooperativa con sus sólidas ramas de diferentes actividades y compromisos culturales con la vida solidaria cual frondoso árbol del bien-vivir, bazar y abrazos con serenatas cada cierto tiempo, lo que en verdad es un encuentro de amores y alegrías.

La confianza se riega por el centro de la ciudad, viene en los rostros de las gentes que con su boleta o sin ella llegan al Jardín Botánico, Confiar se ve en el saludo de cientos de activistas que han dedicado sus mejores esfuerzos organizativos para que “el domingo de Bazar sea todo un éxito” y se mueven como ‘relojito’, Confiar se ve por los senderos de cultura preñados este día con músicas, libros, abrazos, comidas, cuentos, danzantes, teatreros, viejos con ojos de niños, niños con manos y bocas y ojos desorbitados buscando más dulces y algodones, jóvenes que se ponen a bailar desde el corazón hasta sus ansiosa manos de caricias llenas y en especial presencia muchas madres con sus párvulos “rondado por ahí sin cuidado porque hay confianza en donde estamos”.

Y se va creciendo esa alegría que se  dejó instalada en la Serenata de Confiar del sábado por la noche con una aroma permanente de músicas y cantas que nadie quería que se terminara pero “toco salir” con los últimos acordes de salsa y tambores bailarines, y seguramente con igual ánimo llegó la madrugada del domingo del bazar para luego transformarse en ese mar de saludos, de soles, de buen tiempo, de artesanías, ropas, libros, guarapos, palomitas, arepas, tamales, dulces, helados, artistas, promotores e informadores por dondequiera, grifos  de agua potable y rica para calmar la sed, grupos de danzas, malabares, tocadores de músicas de antaño, muestras de proyectos, dibujos en las caras de grandes y chicos y como un asunto de buenas miradas, y aunque un poco escondida allí estaba la Escuela de Confiar, un escenario de futuro creciendo en medio de la certeza cosechada en 46 años de pasados.

Y más tarde, ya acabándose la tarde soleada aún, vino el aviso de fin de la jornada que también se recibió con la nostalgia de un acabarse la fiesta, el encuentro, la multiplicación de los abrazos y las libertades en el gran bazar de la CONFIARnza, que a decir de una bella ‘rosa de los vientos’ escondida en unos ojazos vestidos de esperanza y promoción, cuando le pregunté qué era para ella Confiar, miró para muchas partes tal vez buscando ese algo que era un reto de su decir, sonrió sin  que a su belleza le faltara, alzó los hombros, suspiró y luego de ese silencio solo admitido por los vientos y soles de la tarde, dijo con la sencillez candorosa de la juventud en flor “Confiar es como poner las manos en el fuego”.

Es una certeza y sensación de confianza tan humana que encontramos y vivimos en medio de los dolores de patria que nos deja la tanta y arrogante incertidumbre con sus masacres, destierros e infamias que a diario la perversidad le impone a Colombia.

Fabio A Mariño Vargas
Asociado Confiar Bogotá
Julio de 2018

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