CONFIAR COOPERATIVA FINANCIERA – FUNDACION CONFIAR LA FIESTA: UN ESCENARIO PARA EL ASOMBRO Y LA UTOPIA
Resurrección en la tierra
Mirar al cielo. Luego,
a la tierra. Decir
hay un sueño que espera ser soñado.
Un sueño espera ser soñado.
De entre todas las verdades elijo
una sola: la caricia del sol
La boca seca. No hay
saliva. Alzar los ojos,
donde los gavilanes
y los misiles. No, los ojos
a ras de suelo,
donde la hierba,
entre la herrumbre,
donde la hierba arde
verde y poderosa.
He perdido las armas.
He tirado el escudo.
en el tronco de mi alma
calcinada.
Chantal Maillard
La fiesta como ritual, es un escenario para el asombro. Para nosotros, la fiesta ha sido una consagración permanente en la esperanza; la convicción plena de que aún en la desdicha, seguimos persistiendo con firmeza y claridad, en la propuesta de una vida más humana, atada por lazos de reciprocidad, de inclusión, de dignidad plural, de belleza y alegría.
Una fiesta henchida de goce, abierta a la pregunta por el arte, a la estética como reafirmación de nuestras búsquedas, a la palabra, como construcción insaciable de nuevos caminos.
La fiesta nuestra, no es ajena a la cotidianidad que nos convoca entre las decisiones para ser competitivos en el implacable mundo del dinero y la insistencia, para tergiversar el entramado sistema que lo sostiene y rubricarlo, en cambio con el sello solidario, tan simple como decir medio, no fin… tan complejo como entender que en cada acto, en cada gesto, en la más mínima de las acciones, hay que enfrentar el andamiaje que lo ha convertido en el dios y el poder omnipotente de estos tiempos.
Por eso, la fiesta nuestra, es parte del mismo lenguaje que nos define, que nos afianza, que nos da alientos para seguir creando, inventando, invocando, imaginando, soñando… un país de la cucaña que se erija noble, sobre las ruinas malolientes del que ahora habitamos.
La fiesta así asumida, ajena a los artificios del espectáculo y al consumo banal, cercana a los placeres sencillos, al calor de hogar, al abrazo familiar, al hombro del amigo, al beso del amado, a la risa juguetona de los niños, a la nostalgia profunda del abuelo, a la irreverencia necesaria de los chicos… es la fiesta nuestra.
Y es también, el lugar o mejor el día, en el que hacemos visible para nosotros y para los otros, lo que la solidaridad concebida como un ejercicio político, como práctica económica, como espacio de relaciones y relacionamientos, hace posible. Testimonio certero que desmorona la falsa idea de que lo marginal, es marginal y que no cuenta.
Significa tanto entonces la intención, como el contenido y el nombre, que le dota de una personalidad propia y la arraiga en la memoria de la gente, porque ella, los refleja como un espejo que siendo representación, es al fin y al cabo imagen y concepto, es al mismo tiempo, recuerdo, vigencia y expectativa de futuro.
Celebramos los 10, los 15, los 20 años; la Noche de los Abrazos, la Fiesta de la Gran Familia; el Baile del Palacio y otros tantos agasajos grandes y pequeños, que reposan atentos a los ojos de quien vuelve de cuando en cuando, sobre el calendario ya vencido.
Fue, en medio de un cielo gris, de titulares inquietantes, de intensas preocupaciones, de cifras que no daban, de decisiones dolorosas, cuando la
Fiesta nuestra, levantó de nuevos sus banderas para gritar con toda el alma, que aquí seguíamos, juntos, presentes, valientes, alegres, soñadores, autónomos, creyendo en nosotros y en la vida.
Ahora, como si 11 años no estuviesen en la historia, otra vez el cielo gris, más gris que nunca, perdido en sus límites entre el pantano de montañas derrumbadas; ahogado en la corriente furiosa de los cauces que reclaman sus rutas expropiadas; entre la impotencia de quienes ayer tenían un terruño, levantado palmo a palmo con incontables esfuerzos y la prepotencia, arrogante y sorda, de aquellos que tienen el poder y los medios para rescatarlos del desastre que agobia a sus familias y vecinos; en medio de las indignantes ganancias de los banqueros que posan de altruismo; del vergonzoso ejemplo de dirigentes, políticos y hombres de bien, cuyos nombres se mezclan confusamente en escándalos de corrupción, paramilitarismo e influencias… ahora reiteramos, en medio de ese lodazal y de esta soledad, otra vez la Fiesta, se alza victoriosa para decir a voz en cuello, aquí nos quedaremos, empecinados reconociendo que creemos en nosotros, que sí es posible otra vida más humana y digna, más equitativa e incluyente, más trascendente y respetuosa.
Pero esta fiesta, la de este tiempo, la de 2011, ha de tener ineludiblemente, otros contenidos, otro bautizo, porque es otro el contexto, otro el paisaje, otra la búsqueda, otros nosotros… aunque las lluvias parezcan llover la misma agua, pero quizá ésta más venenosa, más dañina… y tal vez, nosotros seamos menos ingenuos y hayamos crecido, no solo en número, sino seguramente en vida… en sueños….
No en vano ya sabemos a pie juntillas lo que sospechamos siempre: que la cooperación ha demostrado que es un telescopio para aumentar el poder de la
vida y el espíritu.