SOBRE EL BAZAR DE LA CONFIANZA. (O de como la alegría si es posible entre quienes creen en los demás).
Por: Memo Ánjel
La ciudad es una construcción con base en la confianza.
Cuaderno de notas.
En la Edad Media, época que no fue fácil debido a los miedos continuados, las gentes encontraron un lugar seguro: la fiesta. Y esa fiesta, que los reunía a todos, se convocaba a partir de todo lo que podían hacer con las manos. Aparecían allí los que habían domesticado al oso y al lobo, los que contaban historias a través de títeres, los que caminaban al revés, los que hacían de comer y producían galletitas en forma de diablos y de ángeles, los que pintaban a otros, etc. Y en esa fiesta, abundante en representaciones, las manos fueron la herramienta principal: con ellas se construía el mundo, se daba forma las ideas y se acogía al otro.
Estas fiestas, que se llamaron de locos, invertían el orden: del miedo se pasaba a la alegría, de la mueca a la sonrisa, del no ver nada al ver mucho, del no creer al creer en maravillas. Y así la tierra se convertía en un lugar donde vivir era bueno. Se aplaudía lo interesante que hacían otros, se bailaba y se cantaba, se comía bien, los adultos se convertían en niños curiosos y los niños en seres que admitían la fantasía. En esas fiestas de locos el mundo era otro y allí se borraban los dolores y las envidias, las codicias y los rencores. De esa fiesta se salía renovado, creyendo en mejores espacios posibles.
Sobre el bazar
Bazar es una palabra árabe que significa mercado itinerante (que camina), que va y viene mostrando las mejores posibilidades de la inteligencia, afincadas en la inteligencia y la alegría. En los antiguos bazares, a los que asistían los caravaneros y las gentes que buscaban algo nuevo, la confianza era la palabra del evento. Los que venían de otros lugares con sus productos confiaban en venderlos en medio de un ambiente de alegría. Y los compradores confiaban en las pequeñas mercancías que se les ofrecían porque querían estar contentos adquiriendo algo que no les era común. Pero no eran solo vendedores. Con las caravanas llegaban acróbatas e ilusionistas, contadores de historias y gente que tocaba el laúd, la flauta y el tamboril, instrumentos que pronuncian las palabras que no existen y por ello alegran las entrañas.
Y así perduró el bazar, como ejemplo de reunión y acogida, como un espacio en el tiempo carente de miedo y abundante en sorpresas buenas: admiración por las pequeñas artes y oficios, por la capacidad creativa y el saberse unidos y seguros. Porque el bazar es esto: gente junta que, a partir de sus diferentes acciones en la vida, se reúne para aprender de otros y convertir este aprender en el gozo de dar y recibir, que es lo que nos hace humanos. Conviviendo en buena forma, confiamos. Y en la confianza todo es posible para todos.
La fiesta del confiar
Este año, el acto de magia colectiva, con brujas y diablos buenos (y con ángeles que se unieron, váyase a saber si con permiso de Dios o arriesgándose a cometer pecados veniales), la creó de nuevo Confiar. El bazar de la confianza renovó lo bueno que hay en los hombres y mujeres, su capacidad de asombrarse y admitir lo que hace cada uno. Y como en el Medioevo, apareció el teatro callejero, la danza, la máscara que decía cosas linda, el camino lleno de sorpresas, la abundancia en comida y la risa, mucha risa alegre, de esa que nace del corazón y no de la algarabía. Fue lindo estar ahí, confiando en cada uno.
Confiar en otro es admitir lo que ese hace, es valorar lo que produce con las manos, es saber que cada uno tiene algo bueno que ofrecer y cuando lo ofrece y se le admite, media la alegría. Así que el Bazar de la confianza fue eso: un día de alegría, pero no llegado al azar sino construido, puesto como ejemplo de que vivir mejor es posible si compartimos y nos alegramos porque admitimos que el otro es necesario.
Un día alegre, bajo un buen sol, compartiendo con la familia y con amigos, caminando por un espacio que a cada tramo mostraba algo maravilloso, sintiendo que en nosotros fluye algo que nos invita a vivir bien, este fue el Bazar de la Confianza. Que vendrá el año que viene para recordarnos que confiar en los que hacen la vida digna y buena es una oportunidad que nos damos para que la tierra sea mejor con base en la cooperación y la confianza.
En el Bazar de la confianza, el corazón cumplió su cometido: sin miedo, estar vivo es bueno y la vida es siempre una oportunidad.