Recorriendo los espacios dispuestos en la más reciente versión del Bazar de la confianza me interrogaba: toda esta gente, tanta energía, todas estas cosas circulando, todos estos encuentros y esta polifonía de voces, de expresiones ¿Qué significan? Unos dicen que es una fiesta, y sí, en efecto lo es, hay música, ambiente festivo, alegría; pero no es solo eso, ciertos espacios solemnes, racionales y mesurados, que también tienen un lugar esencial en el bazar, escapan al concepto de fiesta. Algunos dicen que se trata del encuentro de una gran familia, y sí, las cercanías y los afectos tienen una notoria presencia, pero el bazar no es solo eso, hay también encuentros de otra índole, en los que priman lazos mucho más amplios y sostenidos en afinidades que exceden lo afectivo, los cuales sería impropio calificar metafóricamente como “familiares”. También se sostiene que se trata de evento cultural, y claro, así es, el pensamiento crítico y la creación artística, las ideas y la belleza, se manifiestan intensamente, sin embargo, no solo eso acontece, también se dan manifestaciones culturales menos formales, carentes de organización explícita, irreductibles a un evento: la gastronomía y las formas de conversación populares, por ejemplo. Se dice también que el bazar es manifestación de un tejido de economía solidaria, y por supuesto así es, sin embargo, suceden cosas, se dan relacionamientos y situaciones que exceden con mucho el ámbito de lo económico y se conectan más con el espíritu, irreductible a necesidades, más cercano al deseo.
En suma, una mirada –en este caso la mía- y unas cuantas perspectivas, aunque ciertas y necesarias, no agotan el significado del Bazar de la CONFIANZA. Personalmente creo que lo más interesante, valioso y esperanzador no es únicamente el evento en sí, lo que sucede ese específico día, sino su reverso en la cotidianidad, lo que lo antecede y lo sucede. A mi juicio el Bazar es una especie de simulacro, la puesta en escena eventual de lo que desearíamos que fuera permanente, cotidiano, una prefiguración de lo que todos los actores participantes desearían que fuera la dinámica social estatuida ampliamente, en nuestro país, en el mundo.
Creo que el efecto más notorio del Bazar es el infundirnos ánimo y esperanza a todos los que participamos de éste. Dado que en el día a día de los esfuerzos populares por la dignidad acecha el pesimismo, en virtud de que cada pequeña iniciativa de los hombres y mujeres de este país por sobreponerse a la opresión está permanentemente sitiada por el temor a la soledad y la impotencia, es preciso propiciar momentos en los que podamos verificar que todas las caras de la ignominia están recibiendo una impugnación por parte de quienes las padecen, que a cada una de las ominosas condiciones de las estructuras dominantes se oponen utopías en germen que luchan por fortalecerse y generalizarse. Justamente este es el principal logro del Bazar de la confianza: el permitirnos la convicción de que llegará el día en que esas expresiones de vida, delicadeza, belleza, sensibilidad y humanidad que se dan en el Jardín botánico encontrarán la manera de convertirse en posibilidades reales para todos.